Tres pequeñas argentinas cumplieron su sueño de conocer el famoso parque, pero no todo fue como lo imaginaban
Por María Antonieta Mejía
SAN FRANCISCO.— Para quien vive en el norte de California no es cosa del otro mundo ir en auto a Disneylandia. Pero para tres hermanitas argentinas llegar después de miles de millas en avión y más millas en carretera al famoso parque fue una experiencia realmente inolvidable. Antes que comenzara la primavera, Julia, Eugenia e Isabel viajaron con sus papás desde Argentina hasta California para conocer, entre otras cosas, la casita de Mickey Mouse.
Al llegar a Estados Unidos, Julia, la más chiquita, de cuatro años, no hacía más que hablar del día en que «iba a conocer a Mickey». No obstante, en el momento en que tuvo frente a frente al famoso ratón, ya no estuvo tan segura de querer tomarse la esperada foto.
Ella y sus hermanas posaron con el ratón Miguelito. Pero después de esa foto, Juli no quiso retratarse con otros personajes de Disney. Ni las princesas, ni el pato Donald lograron convencerla de posar con ellos. Con la sinceridad propia de una niña de cuatro años le hizo saber a su mamá la razón de su negativa: ella esperaba un Mickey «de verdad».
Para Eugenia, de ocho años, la experiencia de conocer Disneylandia fue única: comentó que el parque era «mucho más grande» de lo que se había imaginado.
«Estuvo re-lindo, la pasamos hermoso», opinó Euge. No obstante y sin perder la sonrisa, resaltó algunas de las cosas que no le convencieron: «algunos juegos estuvieron medio, medio… y en otros tuvimos que esperar mucho tiempo, la cola era bastante larga», afirmó.
«El final, los fuegos artificiales, fue la parte que más me gustó. Cuando salió Campanita volando, estuvo hermoso. A mí, la verdad que me fascinó», comentó Eugenia. Ella y su familia viven en Roldán, una ciudad cercana a Rosario.
El parque de al lado
A pesar que la experiencia en Disneyland fue maravillosa para Eugenia, después de un serio análisis sugirió que le había gustado más el parque de al lado: Disney California Adventure.
«El juego de Cars, el más nuevo, estuvo re-lindo», afirmó, refiriéndose a Radiator Springs Racers, una de las atracciones más populares del remozado parque, donde uno se sube a un autito como los de la película y va a gran velocidad. Sin embargo, a la chiquita no le gustó nada el aburrido tiempo de espera. «Nosotros hicimos una cola más corta, pero mi mamá hizo una hora y media. Imaginate», remató con el típico acento de la provincia argentina de Santa Fe.
La mayor parte de la fama internacional le pertenece sin duda a Disneylandia, con sus legendarias atracciones como Los Piratas del Caribe, Un mundo pequeño, o el tren que va rodeando el parque, y a bordo del cual se puede ver incluso dinosaurios «electrónicos» o el Gran Cañón del Colorado en miniatura. Pero es Disney California Adventure, construido sobre el antiguo estacionamiento de Disneyland y renovado en 2012, el que parece atraer más a las nuevas generaciones por sus juegos novedosos. Por ejemplo, los que se encuentran en Cars Land, la tierra que reproduce en cuatro dimensiones a los personajes y lugares de las películas Cars y Cars 2. Allí conviven el Rayo McQueen (Lighting McQueen) con su inseparable Tom Mate (Tow Mater, en inglés), el restaurant-gasolinería de Flo y la vulcanizadora de Luigi y Guido.
A Isabel, la mayor de las hermanas, le gustó más este parque «porque tenía mejores juegos». Pero admite que Disneyland también la impresionó mucho.
«Era más lindo y más grande de lo que esperaba. Lo que más me deslumbró fue el castillo», agregó, con la inocencia de sus diez años.
Si bien las atracciones más nuevas resultaron muy populares para las tres hermanas, hay que decir que algunos de los juegos más viejitos también les gustaron mucho.
A Eugenia le encantó el juego de las sillitas voladoras de Dumbo; y a Isabel, el Tiki Room, donde unos pajarracos animados cantan y entretienen a los presentes con algunas bromas tan viejas como ellos. Aunque renovada un par de veces, la atracción es de las originales. Estaba entre las preferidas del mismísimo Walt Disney, y él mismo la estrenó en 1955 al abrir Disneylandia.
«Esto no es real»
Con sólo cuatro cumpleaños a cuestas, Julia, la más pequeña, parecía confundir la fantasía y la realidad en varios momentos de su visita. En el Jungle Cruise, o Crucero de la Jungla —donde se ven elefantes, cocodrilos y leones durante un paseo en lancha— la pequeña preguntó si los animales eran de verdad.
«No, no son de verdad», le respondió una de sus acompañantes, para su tranquilidad. Luego de pensar durante unos minutos —y tal vez recordando la experiencia definitoria con el ratón Mickey— Julia resumió su impresión general sobre el parque de diversiones: «La verdad, acá en Disney, hay un montón de cosas de mentira».
Publicado en ElMensajero.com